¿Es bueno ver porno?

El consumo de cine erótico o pornográfico puede ser inspirador para la pareja, pero es importante evitar cualquier comparación. Nuestro sexólogo en Barcelona aclara todas las dudas al respecto.

Por Manuel Fló

Sí, sí, en España somos muy fans del porno. En la consulta de sexología es un tema frecuente: “Mi marido ve mucho porno, ¿eso es bueno?”, me pregunta una paciente que acude a una terapia de pareja. Pues depende. Ésa sería la respuesta…

Con Internet el consumo de cine pornográfico se ha generalizado, pero según las estadísticas no estamos enganchados. De media los españoles pasan ocho minutos delante de la pantalla. Es decir, el tiempo suficiente para visionar algo de su agrado y masturbase. Se percibe como una actividad de ocio, que mayoritariamente se lleva a cabo por la noche o bien después de comer, a la hora de la siesta. Por sexos, tanto en nuestro país como en el resto del mundo los hombres son los mayores consumidores, más o menos el 75%, frente al 25% de mujeres aficionadas a este arte.

El problema es precisamente ése, que normalmente se trata de un consumo en solitario. ¿Por qué no utilizar el porno como un ejercicio inspirador para la pareja? Para aumentar la libido sexual, para potenciar el deseo, para descubrir juntos nuevas posturas y cumplir alguna fantasía sexual, para estimular la comunicación en la pareja sobre gustos y preferencias…

El visionado de porno puede hacerse en pareja, evidentemente siempre que sea aceptado de igual forma por las dos partes. Otra de las claves para que esta terapia sexual funcione es seleccionar bien el contenido, evitando por supuesto aquellos vídeos que puedan ser sexistas u ofensivos. Por ejemplo, una directora que lleva años de moda, con una propuesta bastante light y adecuada para los que se inician en el tema, es Erika Lust.

Luego, hay que tener en cuenta que se trata de cine, por tanto de ficción. La forma de realizar este tipo de películas, con el corta y pega de planos que se utiliza en la edición… Los actores son además profesionales entrenados para convertir en realidad (cinematográfica) algo que en la vida real no siempre es tan fácil. Todo sirve para representar un mundo sexual ficticio, que a veces difícilmente se puede recrear en casa.

Así, lo más importante es evitar las comparaciones. No sólo en la acción, también físicas: el tamaño del pene, los músculos del hombre, los pechos de ellas… Hay que ser conscientes de que hay mucho maquillaje también (la iluminación, la posición de las cámaras…) para no acomplejarse. Ese sería uno de los peores efectos del consumo del porno para una pareja, para él o para ella.

Además, el cine pornográfico también es causante de muchos mitos en torno al sexo: que la mujer tiene que alcanzar el orgasmo (y gemir muy fuerte cuando lo hace), que la pareja tiene que correrse al mismo tiempo, etcétera, etcétera.

Así que mi recomendación es esta: un consumo del porno en pareja moderado y, sobre todo, crítico, muy crítico.

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