El sexo después de un cáncer

Los enfermos de cáncer suelen experimentar cambios en su sexualidad. Incluso cuando el período de tratamiento ha quedado atrás y uno está curado, la enfermedad tiene consecuencias. Para recuperar la normalidad, será necesario tiempo, paciencia, voluntad y, en muchos casos, la ayuda de un sexólogo.

Por Manuel Fló

Una mujer que no llega a los 40 años, que ha pasado por el trauma de un cáncer, por la dureza de la quimioterapia, y a veces por una mastectomía, una operación que afecta a un parte tan importante de la identidad femenina como es el seno. O una mujer que ha tenido cáncer ginecológico y que ya no podrá tener hijos, o un hombre que ha superado el cáncer de colon y que como herencia sufre ahora una disfunción sexual.

El cáncer es una enfermedad muy dura. Superarla es un éxito motivo de orgullo y muestra de valentía, pero a veces las heridas duran mucho más. Heridas psicológicas y a veces también físicas, que afectan a la sexualidad. Desde depresión y ansiedad por la enfermedad, que pueden dificultar la respuesta sexual, a cambios hormonales por causa de los tratamientos, que pueden provocar, por ejemplo, la menopausia precoz en las mujeres. Es normal perder el deseo sexual, e incluso sentir aversión hacia cualquier proposición por parte de la pareja. Ausencia de orgasmo, sequedad vaginal y dolor o molestias durante la relación en la mujer, así como problemas de erección en el hombre, son otras de las consecuencias.

En estas condiciones, recuperar la intimidad con la pareja se hace muy complicado, y las personas sin pareja tienden a aislarse por miedo a enfrentarse a una relación sexual. Pero la sexualidad, en su sentido más amplio, es un componente fundamental de la persona, que tiene influencia más allá del sexo, porque condiciona también la capacidad de relaciones y la energía con la cual uno se enfrenta al mundo.

Por eso es tan importante trabajar bien la recuperación de la sexualidad, cuando se ha superado una enfermedad como el cáncer. Las alteraciones a veces son temporales, y tras un tiempo los efectos pueden desaparecer, pero hay que evitar que tengan consecuencias más allá de ese período de tiempo, por la imposibilidad de recuperar la intimidad con la pareja. El silencio será siempre el peor enemigo. La sensibilidad sexual permanece casi siempre, a pesar de un trauma como éste, así que vale la pena consultar con un sexólogo si es necesario. En Psico-Impronta proponemos muchas técnicas para ayudar a mejorar la vida sexual de nuestros pacientes.

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