Cada vez mantenemos menos relaciones sexuales

Los estudios así lo indican. Los jóvenes nacidos en los noventa están muy preocupados por las tecnologías y las redes sociales, pero parece que estos inquietos digitales tienen alergia al contacto físico y a las relaciones sexuales.

Por Manuel Fló

La pereza podría ser una de las causas de esta bajada de interés por el sexo en los jóvenes. Resulta más fácil la automasturbación, que también es efectiva y provoca placer. En cambio, preparar el encuentro con una pareja, conectar presencialmente, los preliminares… les parece demasiado trabajo para un momento de placer, que igualmente puede que no funcione bien. El miedo al fracaso también entra en juego.

Y, cuanto menos se practica, menos apetencia sexual. ¿Subirías tú el Everest si no estás entrenado? No, claro que no. Pues lo mismo ellos, salvando las distancias.

Ésta es la teoría de la que hablan los sexólogos para explicar el bajón en el apetito y en la actividad sexual que sufre la generación de los millenials. Pero lo más preocupante es que este descenso en las relaciones íntimas la están sufriendo también los adultos. En nuestra consulta de sexología en Barcelona llegan muchas parejas que admiten que los encuentros sexuales son solo de uno o dos al mes, una media que está muy por debajo de la que disfrutaban en plena madurez nuestros padres, hace veinte o treinta años.

Las razones suenan a excusas: estrés, falta de tiempo, jornadas laborales maratonianas, rutina. Y las consecuencias son graves: la falta de sexo afecta negativamente a nuestra salud y a nuestro estado de ánimo, provoca insomnio, depresión y nerviosismo.

Es verdad que han surgido y se han puesto de moda nuevas formas de disfrutar del sexo, como el intercambio de parejas, el poliamor y las orgías, pero en otros ámbitos se han creado asociaciones y grupos sociales que defienden el celibato o llegar vírgenes al matrimonio, por ejemplo.

Desde Psico-Impronta, nuestro sexólogo en Barcelona propone recuperar la cotidianidad de una caricia, un abrazo o un beso. Son gestos que parece que vamos olvidando, o al menos que escondemos para la esfera más íntima. El problema es que, cuando llegamos a la esfera íntima, la de las diez o las once de la noche, esta esfera se desinfla por el cansancio de la rutina diaria. Meterse en la cama, leer cuatro páginas de un libro (si nos gusta leer) o ver una serie de 30 minutos en la tableta, y apagar la luz para cerrar los ojos se está convirtiendo en un ritual que deja de lado cualquier atisbo de deseo sexual.

Recuperar ese abrazo por la mañana, antes del inicio de la jornada laboral, o un buen morreo al llegar a casa, es una forma de volver a abrir el camino hacia las ganas de mantener relaciones íntimas, de disfrutar del sexo y de nuestro cuerpo. Despertar de nuevo la apetencia sexual está en nuestras manos… ¡No hace falta subir el Everest!

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